lunes, 29 de febrero de 2016

Las celebraciones en los equipos base y el grupo de clase


Con frecuencia los docentes «pecamos» de racionalizar en exceso el proceso de enseñanza y aprendizaje, y, desde nuestra óptica racional, damos poca importancia a aspectos como los refuerzos positivos, las recompensas grupales y las celebraciones.

Naturalmente que los alumnos tienen que estudiar porque eso es lo que deben hacer, pero no les hace ningún daño, sino todo lo contrario, que de vez en cuando reconozcamos su esfuerzo y los felicitemos si cada uno consigue aprender lo que se había propuesto y, además, han aprendido un poco más a trabajar en equipo.

Putnam (1993) insiste mucho en este aspecto, y creo que tiene toda la razón. Las celebraciones de los equipos de base —y de todo el grupo clase que se ha estructurado de manera cooperativa— son un elemento importante: sentir que han conseguido lo que se habían propuesto, que han conseguido un éxito o que han triunfado, no sobre nadie, sino en todo caso sobre sí mismos, porque han avanzado en el aprendizaje, y, a partir de ahí, sentirse valorado y respetado, son condiciones indispensables para que los alumnos vayan reafirmando el compromiso de aprender y vayan renovando el entusiasmo por trabajar y formar parte de un equipo cooperativo.

Y también son condiciones imprescindibles para que los alumnos vayan reafirmando su autoconvencimiento de sentirse capaces de aprender con la ayuda de los otros y de sentirse satisfechos por haber contribuido a que los compañeros aprendan.

Estoy convencido de que en general nos falta introducir en la clase más elementos de celebración —siempre, claro está, que haya algún motivo— sobre todo en las últimas etapas educativas. Con frecuencia el hacerlo se considera una solemne pérdida de tiempo.

En cambio, en realidad, dejar de hacerlo supone perder una ocasión inmejorable para reforzar las ganas de aprender de un buen número de alumnos, algo que, por otro lado, les hace bastante falta. ¿A quién no le agrada celebrar una fiesta de vez en cuando, sobre todo cuando se ha conseguido alguna meta que ha exigido el esfuerzo de muchas personas? La fiesta, la celebración después del esfuerzo colectivo, forma parte de nuestra cultura.

¿Por qué no recuperamos este espíritu en los centros? ¿Por qué no celebramos, colectivamente, el indudable éxito de haber conseguido que todos los equipos base de un grupo clase hayan logrado progresar en el aprendizaje? Tiene razón Postman (2000) cuando denuncia que desde una mentalidad que valora exclusivamente la utilidad económica se considera «una futilidad o un ornamento, es decir, «una pérdida de un tiempo muy valioso», cualquier actividad escolar de carácter festivo o para celebrar algo que no tenga una finalidad estrictamente académica.



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